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sábado, 24 de diciembre de 2016

UNA ORACIÓN PERSONAL ANTES DE NOCHEBUENA







UNA ORACIÓN ANTES DE NOCHEBUENA

Ya a poca horas de la Navidad nos estaremos preguntando qué más hacer para disponernos mejor o cómo recuperar el tiempo perdido si es que el Adviento no fue aprovechado lo suficiente.

Siempre podemos amar un poquito más o un poquito mejor, y en este caso, una buena oración o más interiorización serán de gran ayuda para adentrarnos en el Misterio.

Lo que te aconsejo es lo que a mí me ayuda. Mirar lo que dice el Evangelio sobre la Solemnidad a celebrar e intentar identificarnos con los personajes principales.

Pero no a manera de estudio o repaso de acontecimientos pasados, sino insertándose en la historia que se hace presente e intensificando el diálogo con Nuestro Señor y con los protagonistas de estos acontecimientos. Hagamos hoy una oración silenciosa y sencilla, de todo corazón; frente al Belén será mejor. Tómate el tiempo necesario.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén.


Señor mío, ahora que  ya estoy "ad portas" de la Navidad quiero adentrarme en el Misterio para reconocerte Señor. Están ya José y  María llegando a la ciudad de Belén.. ¡Qué semana nos ha propuesto la liturgia como preparación! ¡Qué personajes!, ¡Qué vocaciones! Zacarías, el sacerdote esposo de Isabel, que recibió el mensaje del ángel de que tendría un hijo en la vejez y que éste sería grato a los ojos de Dios preparando la llegada del Mesías, representa, con por sus dudas, mis momentos de flaqueza, de autosuficiencia, de orgullosa pseuda sabiduría. Puedo ser una persona de fe, como él, pero una fe débil. Cuánto debe haberle servido el silencio que fue la penitencia que le impuso el ángel a su incredulidad. Que aprenda, Señor mío, que la mejor manera de comprender tu Mistero, tus designios y tu voluntad es con el silencio con la oración, la meditación y la interiorización. ¡Cuánto huyo a veces de ellas y busco consuelo o explicaciones humanas, cuando son más sabias, reconfortantes  y prudentes  tus palabras, tus inspiraciones y tu gracia. ¿E Isabel?, bendecida en la vejez. Es que tus tiempos no son los nuestros. Ella fue la feliz confirmación de grandes Misterios para María cuando llegó solícita a visitar a su prima. ¡Ah mi Dios! Que pueda también yo reconocer en otros tus bendiciones, y que pueda ayudarte a ser confirmación de tu voluntad y de tu amor para otros. Ayúdame a ser fiel a tus gracias actuales, oh Señor. Para ti no hay nada imposible, interiorizó María al ver a Isabel y su alegría fue grande al escuchar su saludo. Llamó bendita a la más bendita y proclamó su alegría la más humilde de todas. Santa Madre ayúdame a reconocer en tu virtud, tu fortalece y tu respuesta pronta a Dios lo que debo procurar a tiempo y destiempo en mi vida. Isabel debe haber sido consejera y ayuda para tu joven Madre, Señor, en esos tiempos de emoción y conmoción a la vez. Y fue en ella en quien la joven Madre volcó todas sus ansias de servicio y amor. ¡Cuánto habrán charlado!, qué palabras sencillas pero profundas en las que escrutaron las profecías y promesas de Dios que se venían cumpliendo en ellas y a través de ellas. A veces miramos a estos protagonistas de tu llegada como personas programadas para cumplir tus designios sí o sí, sin miedos ni dudas. Qué injusta Señor el restarles mérito. ¡Son seres humanos como todos nosotros! Cuántos temores, cuánto desconcierto y a la vez cuántos actos de fe y de esperanza se pueden reconocer ahora que los veo. Que pueda yo también y que sepa confiar en quien sea la persona indicada (mi guía espiritual, en una consagrada, en un sacerdote), mis vicisitudes espirituales . 



¡Ah Madre mía! ¡Alégrate! Que pueda yo alegrarme también al reconocer la Buena Nueva. Ese fue el fruto principal de la llegada de tu Hijo esta Navidad. Te alegraste tú, se alegró José, se alegraron los Magos...que nos alegremos todos los que con humildad celebremos hoy y mañana la Navidad.

¡El Señor está contigo! te escogió, te adornó con las principales virtudes, te cuidó. Pero no te ató de manos para que no elijas por tí misma. Y lo elegiste a Él, elegiste cumplir su voluntad.Supiste administrar con  sencillez las gracias que se derramaron sobre ti.
¡Concebirás! te dijo el ángel expectante junto con todo el coro  angélico. ¿Cómo? ¡No dudaste! Preguntaste con la naturalidad de quien suele cultivar una vida sobrenatural; ¿Estabas habituada al Misterio? Yo creo que sí. 
¡Porque para Dios no hay nada imposible! Cómo te marcaron aquellas palabras. Cómo me ayudan a mí también. 
Pero tal vez no lo suficiente para suplicar con más fe, para esperar con más confianza, para amar con más fuerza. ¡Cuántas cosas te deben haber sobrepasado en la vida, pero no retrocediste. Confiabas en que para Dios nada es imposible

¡Hágase en mí, también, Señor! Que se cumpla tu voluntad. Que se alegren los cielos por el sí de otros muchos que quieren seguirte. Desde ese sí inicial de tu Santa Madre que alegró a los ángeles en el cielo y que permitió al Espíritu Santo obrar el milagro de la Encarnación, son posibles los otros sí sinceros de quienes te buscamos y te seguimos, no sin miedo y con debilidad, pero con la ilusión de colaborar un poquito en tu plan redentor y en nosotros mismos. 


¡José! El bueno, el grande que supo posponerse y dejarte brillar a ti Señor, José tu protector, de quien aprendiste tanto.  ¡José!. Quien en un principio, al enterarse de lo sucedido en María no se sintió digno de ser parte de tan gran proyecto. Seguro que fue así, Señor. El evangelio proclama sin detalle que decidió repudiarla en secreto, es decir, que la dejaba sin acusarla. Sabías José que no había pecado en ese Misterio. ¿Quién puede sentirse digno de asociarse al plan del Todopoderoso? Ni Zacarías, ni Isabel, ni María misma. Esa es tu forma de actuar, Señor, ahí radica la verdadera grandeza y riqueza, en lo pequeño, en lo sencillo y transparente. Quiero ser como tú José. Que Dios pueda contar conmigo como contó contigo. Es que ni siquiera te preguntó si querías, lo daba por hecho, conocía tu noble corazón y se apoyó en ti para confiarte sus tesoros. Resolvió tu miedo, producto de tu humildad, "mientras pensabas en estas cosas", como señala Mateo en el Evangelio: "No temas tomar a María como esposa..." Tú le darías el nombre a Jesús, tú lo harías Hijo de David, a través de ti se cumplía la promesa al Rey David y al Pueblo de Israel. Cuando despertaste del sueño hiciste lo que te dijo el ángel. De inmediato, sin conversar con la voluntad de Dios, sin medir fuerzas, sin hacer balance de pros y contras. ¡Ah qué distinto a como obramos hoy en día! Ayúdeme también tú, buen y justo San José. Que Dios pueda siempre contar conmigo, aunque diste mucho  mi sencillez de  asemejarse a la tuya. 


Señor, qué increíble tu manera de obrar en aquellos a quienes asociaste a tu plan de Salvación en el inicio de tu vida en este mundo. ¡Cuántas gracias derramadas! ¡Cuánta confianza! ¡Cuánta virtud de tus siervos! Quiero serte fiel, quiero que cuentes conmigo, quiero amarte valientemente, sin titubeos, ni dudas acerca de tu amor. Que recuerde el ejemplo de estos amigos tuyos y que cuando mi fe titubee la alegría y la esperanza de la Navidad encienda mi corazón, ilumine mi mente y fortalezca mi voluntad. 


Este año con tu auxilio y la intercesión y ejemplo de Zacarías, Isabel, José y sobre todo María viviremos de manera más profunda y gozosa el Misterio de tu llegada al mundo.

Bendícenos Corazón de Jesús, no tengas en cuenta nuestras faltas y nuestras debilidad y recibe la ofrenda de nuestras vidas.

¡Feliz Navidad! Que el amor y la alabanza de todos tus fieles te de la Gloria que te mereces. Hoy en la Santa Misa te daremos el único regalo que realmente podemos darte: la comunión contigo.

Amén.

Que sea la oración la mejor preparación para la Santa Misa. 
¡Una Feliz Nochebuena y una aún más feliz Navidad!

Con el cariño de siempre
Hermana Antonella Sangio

Gracias por sus tan amables saludos de estos días. 

miércoles, 14 de diciembre de 2016

¡LA AMNESIA DE PAPÁ NOEL!. Capítulo 3





CAPÍTULO 3: 

Papa Noel empieza a recordar algunas cosas de su pasado, un capítulo impactante que nos llevará casi al gran final. 

¡NO TE LO PIERDAS! 

CLICK AQUÍ: CAPITULO 3


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Hermana Antonella Sangio

COMENTARIO DEL EVANGELIO. Cuarto domingo de Adviento. 18 de diciembre




Cuarto Domingo de Adviento

Junto con la Santísima Virgen María, el tiempo de Adviento nos lleva a meditar sobre la figura de San José. Al igual que los grandes personajes de la Sagrada Escritura, su vida no fue fácil. ¡Custodio en la tierra del Hijo de Dios! Al igual que su esposa, era consciente del cumplimiento de las promesas, pero no del modo en el que se realizarían. Y, sin embargo, vive una vida de fe, de laboriosidad, de valentía y de prudencia. Enseña al pequeño Jesús a orar, a trabajar, a conocer las tradiciones del Israel antiguo. Combatió la tentación de la duda, del desaliento, pero quizás, principalmente del miedo: como explica Santo Tomás de Aquino, del miedo de no estar a la altura de la misión que se le encomienda.


Así como San José, debemos también recorrer un camino de fe, que se traduce en fidelidad a la misión que Dios nos encomienda. Pueden venir las tentaciones, pero la Palabra de Dios es fiel y no existirá prueba por encima de nuestras fuerzas. Así como Él, dispongámonos a la escucha de la voluntad del Señor y realicemos en nuestra vida el ideal de la santidad, único camino para una felicidad plena 

¡PREPÁRATE! ¡Faltan 10 días para Navidad!




¡Ven Señor Jesús!

Este tercer domingo de adviento que acabamos de celebrar, la liturgia nos acerca al Misterio para el que nos venimos preparando. Hemos recorrido ya buena parte de este tiempo especial, meditando y poniendo especial atención a estar listos para la segunda venida del Señor el día de la Parusía. Ahora empezamos a mirar con recogimiento y esperanza  esta su venida en la historia, esa venida de hace 2000 años en Belén.

¡Tened paciencia! Nos dice a nosotros también el Apóstol Santiago. Y al oírle experimentamos una renovada esperanza. Hacemos el esfuerzo por pasar de la inteligencia teórica a la práctica y encender nuestro corazón con el fuego del Corazón de Dios. ¡El Señor está cerca! Ya el profeta Isaías se adelantaba en el tiempo para explicarnos el motivo de nuestra esperanza; y nos lo dice también ahora, a las mujeres y hombres de nuestro tiempo,  a ti y a mí: “Decid a los cobardes de corazón: sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará”. 

¡El Señor viene a Salvarnos! El Niño Dios que nace en Belén viene a dar cumplimiento a cada promesa hecha por Dios a su Pueblo; viene a dar respuesta a todos los anhelos reales y profundos de nuestra alma; viene a hacer posible nuestro encuentro, nuestro abrazo eterno con el Señor de todas las cosas! ¡Cómo no experimentar en estos días que quedan, una mezcla de constancia y de paciencia, virtudes que nos preparan para la llegada de Dios que viene a nuestras vidas, que viene cada día, y que quiere que esta su venida sea redentora, sea consoladora y enriquecedora.  El Señor prepara su llegada y “espera el fruto precioso”. Tengamos también paciencia fortaleciendo nuestros corazones “porque la venida del Señor está cerca.”

¿Cómo podemos hacerlo? ¿Cómo podemos fortalecer nuestros corazones?

Ya de por sí somos frágiles y nuestros corazones “resultan todavía más inestables a causa de la cultura en la que estamos sumergidos.  La ayuda no nos falta…” (Benedicto XVI). El Señor está siempre. San Bernardo hablaba de una venida intermedia entre la primera y la última, lo vimos en la presentación del adviento; en esa venida, la intermedia, estamos siempre, con el Señor que VIENE, que ESTÁ ya con nosotros y al que debemos salir a recibir con las lámparas encendidas. En el año Jubilar de la Misericordia que acabamos de culminar el Santo Padre nos invitó a tener las puertas abiertas del corazón para recibir a Cristo que sale a nuestro encuentro. Para tenerlas abiertas es importante tenerlas limpias, aptas para que el Señor pueda entrar a tomar posesión de lo que es suyo, nuestra alma, nuestra vida.

Es tiempo de hacer una buena confesión

¿No estoy listo? O por el contrario ¿Ya me confesé hace algunos meses? ¿No me hace falta? ¿Cuándo crees que estarás listo? Basta con decidirse y prepararse con confianza y sencillez. Y a ti que crees estar siempre listo para recibirle, ¿qué mejor regalo para el Niño Dios que un Belén en tu corazón en el que hayas barrido bien las manchas que dejó el estiércol del pecado en él? Una buena confesión siempre es reconciliación, es ganar gracia, es más Luz.

Sigue los pasos para una buena confesión:
  1.     Examen de conciencia: Ponte en presencia del Señor. Lee en el evangelio algún pasaje sobre el perdón de los pecados: la mujer adúltera, el hijo pródigo, etc. Medita la Palabra de Dios en silencio y queriendo encontrar entre líneas lo que el Señor te dice y te ofrece a ti. Luego, revisa tus pecados. Repasa los mandamientos, las bienaventuranzas, los pecados capitales. Así, mirando el amor de Dios y tus actos podrás llevar cuenta de aquello que debes confesar. ¿Sabes qué ayuda? Piensa que es TÚ OPORTUNIDAD de quedar completamente limpio; piensa que te pondrás delante del Juez y todo lo que digas se te perdonará en el acto. ¡Te conviene! ¡Llévalo y dilo todo! Ayuda llevarlos escritos, por lo menos una ayuda memoria, pues luego entre los nervios y las emociones, olvidamos algo.
  2. Dolor de mis pecados: acto de contrición. Es tal vez la parte más “tuya” del sacramento, por decirlo de algún modo. Es lo que sigue a tu exámen de conciencia, a tu recuento de faltas. Por eso es tan importante estar en presencia de Dios al hacer el examen, sino puede terminar siendo algo frívolo, rutinario, “que toca”, como cuando haces una lista de pendientes. Y no es lo propio. Es un acto que nace del amor.  Y ahora que he hecho un buen examen me duelo. ¡Le he ofendido! Y no es masoquismo, no es repetir y repetir mis faltas hasta que me duela de ellas artificialmente, sin ni siquiera entender bien por qué. Me duele porque le he ofendido a Él, a la Bondad Infinita- como reza tan hermosa oración-, y me duele porque te amo Señor, por eso me pesa el haberte ofendido, por eso y porque puedo perderte para siempre en el infierno, que sí que existe, me duele ver mi pecado. Por eso prometo confesarme, por eso propongo medios para no volver a caer en lo mismo, más allá de mi debilidad. Tú decides o contrición o atrición. Ya vimos la primera; la segunda es dolor por el hecho de haberme equivocado, por el daño que hace en mí esa mala obra. Es un dolor imperfecto pero es un buen primer paso y sí hay perdón de los pecados con él. Tú decides si das el paso luego a la contrición, pues el mismo sacramento del perdón te ensancha el alma y te corre velos para que vayas reconociendo más y mejor el amor de Dios.   Acto de amor de Dios: amor y dolor: cara y cruz de la misma moneda. Dolor y alegría.
  3. Propósito de enmienda: vinculado a la contrición. Pasos para que sea práctico y sincero el dolor de corazón. Uno nunca tiene la seguridad de decir “esto no va a sucedes más”. Seguro acaba ocurriendo. Nos confesamos generalmente de  lo mismo, pero siempre es un paso adelante, siempre es más gracia y ésta es la que me “capacita y ayuda a no ofenderle más". Lo que sí se nos pide es discernir qué pasos debo dar para cambiar la correlación de fuerzas: al ser tentado hay correlación de fuerzas. Dónde colocas a “tus tropas”: como un buen estratega, dónde me sitúo, para que con un buen  JUICIO DE PRUDENCIA, no me deje vencer por la tentación. Hay que disponerse a cortar por lo sano con aquello que me hace caer. SIN DIALOGAR.
  4. Confesar los pecados al sacerdote: ¿Por qué ir ante el sacerdote? El papa lo dijo hace poco: “el sacerdote actúa in persona Christi. Representa a la Iglesia y a los hermanos que te perdonan”. Además, finalmente, más allá de todas las explicaciones teológicas e incluso psicológicas sobre lo positivo que es confesarse con “alguien”, está la simple y sencilla explicación POR EXCELENCIA: Jesús así lo quiere, “a quienes les retengáis los pecados le quedan retenidos, a quienes los perdonéis, perdonados”.
Recomendaciones cuando voy al confesionario:
-          Acércate con fe confiada. “Es el Señor el que está ahí”. “A través o a pesar de” el sacerdote que te va a atender. Es tan consolador un buen consejo, pero no depende de ello el perdón. ¿A qué me refiero? Si tienes una mala experiencia de esas que no quisiéramos que sucedan con el confesor, que no sea excusa para no volver o para no confiar en el poder del sacramento. Más bien piensa qué humilde es Dios y cómo cumple su promesa de hacerse presente más allá de la idoneidad del ministro. Y todo porque te ama y te espera para perdonarte.
-          Resolverse a decirlo “todo”. Empieza por aquello que más te preocupa o te tiene más dolorido de conciencia.
-          Recuerda que vas a “acusarte”. Es mejor que seas tú mismo a que otro te acuse ¿no? ¿Por qué lo digo? Vas a decir tus faltas no a contar las faltas de los demás. Ejemplo: “Padre me acuso de haber perdido la paciencia con mi hermano en casa porque él es muy desordenado y eso me exaspera” (¿?). En este ejemplo ¿a quién acusas?
-          Si ves que estás muy necesitado de consejo más detallado y de ser escuchado ese no es el mejor momento. Seguro hay otros como tú que esperan ser absueltos. Confiesa concretamente tus faltas y luego pídele una cita al padre para conversar en otro momento.
-          Alguna vez me han pedido modelos de confesión (ja,ja,ja). Cada uno debe decir lo que lleva en el corazón, pero sí ayuda el tener como pauta el confesar la “materia” del acto malo y si es determinante el número de veces. Por ejemplo: “Padre he mentido –aquí es importante especificar el tipo de mentira; no es lo mismo mentir a una amiga en el cole que mentir a mi madre-, y he caído en ello más de cuatro veces, o varias veces. No es necesario contar la “forma” del pecado. En este caso: “he mentido a mamá cuando ella me preguntó si había hecho los deberes y yo le dije que sí y realmente……”,  donde lo que está en cursiva es innecesario explicar.


l   5. Cumplir la penitencia impuesta: ya sabes, es la indicación a seguir que el padre te da al absolver, en nombre de Jesús, tus pecados. Rezar, enmendarse haciendo tal o cual acción, ofrecer esto o esto otro, etc. La penitencia te ayuda a fortalecer tu voluntad, a suplicar gracia y al propósito de enmienda. Algo conversaremos de este punto más adelante. Me he extendido mucho, pero los puntos anteriores lo justifican.

Sigue en esta ruta segura hacia el encuentro con Dios. Agenda hoy mismo el día en el que te irás a confesar y míralo como un bello y humilde acto de Dios que te pide preparar el Belén de tu corazón en el que quiere venir a nacer lo más pronto. No dejes que el adviento siga avanzando y el Misterio de la venida del Señor no cobre importancia en ti y en los tuyos. Tienes que poner de tu parte y luego dejarle hacer a Él. Cuántos sacrificios hacemos por otros temas completamente secundarios en estas fiestas: las colas interminables para comprar regalos, las mil reuniones de festejo, las dietas para luego disfrutar del banquete de nochebuena, etc., etc. No olvidemos lo principal, no olvidemos el principio y el fin de estas celebraciones.



El Señor ya llega, ya viene: ¡ven Señor Jesús!

Siempre juntos en el Corazón de Jesús,

Hermana Antonella Sangio, PES


domingo, 4 de diciembre de 2016

COMENTARIO DEL EVANGELIO Segundo Domingo de Adviento. 4 de diciembre



SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

Queridos hermanos:

Hoy la liturgia de la Palabra nos enseña cómo es el Reino de Dios que esperamos y cómo lo debemos recibir usando imágenes muy bellas: “La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará en la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. No harán daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país de ciencia del Señor, como las aguas colman el mar” (Isaías 11, 7-8). Esta ciencia del Señor es el juicio de Dios según el Espíritu Santo. Es un juicio que trae paz; pues donde florece la justicia, abunda la paz eternamente (cf. Salmo 71, 7). Cuando es Cristo el que juzga, siempre abunda la paz.

Ese el Reino de todos los bautizados por el fuego del Espíritu Santo. Sin embargo, no basta haber sido bautizados y sabernos hijos de Dios: “Y no os hagáis ilusiones, pensando: "Abrahán es nuestro padre", pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras” (Mateo 9, 3); nos dice enérgicamente San Juan Bautista. Y dirá el mismo Jesús en otro pasaje: “Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí… Pero a mí, como os digo la verdad, no me creéis”. (Juan 8, 42.45). Por eso, el Adviento es un tiempo de abundante gracia para volver a empezar, desde el pesebre, a vivir como verdaderos hijos de Dios, personas de fe.
 

Por otro lado, las palabras que hemos escuchado en el Evangelio se pronunciaron en el desierto. Probablemente, también resuenen hoy en el desierto de nuestro corazón sediento. Recordemos que la ciencia del Señor es como el agua que colma el mar y permanece en la Escritura. Propongámonos vivir como hijos de Dios, empezando por guardar Su Palabra; tal como lo hizo la Santísima Virgen María en su seno. Es la mejor manera de esperar al Niño Dios en Belén. Dice San Pablo: “Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza” (Romanos 15, 4). 

jueves, 1 de diciembre de 2016

¡LA AMNESIA DE PAPA NOEL! Capítulo 1




Queridos amigos:

Tenemos una gran sorpresa para ti y para sus amigos. Todos somos conscientes de que la sociedad, de manera cada vez más agresiva, está transformando el verdadero sentido de la Navidad. Las compras, los regalos en exceso, las reuniones desde que empieza diciembre, o antes inclusive, la moda "obligatoria" para las mismas, la comida en abundancia, etc, etc. son exigencias que han ido transformando una fiesta religiosa, familiar, de acción de gracias, en algo que incluso trae "dolores de cabeza" a muchos que se sienten presionados a cosas, a compras, a gastos que no pueden o no quieren. Junto con todo esto, tal vez lo más peligroso, es que se desvía la mirada a Jesús, el motivo y el protagonista de estas Fiestas, hacia otros que han sido inventados para lograr estos objetivos a través de la "manipulación mediática" de la que hablamos: Papá Noél, las hadas, etc. Es por ello que el equipo de comunicaciones e innovación de nuestro Santuario Arquidiocesano del Corazón de Jesús ha elaborado un corto animado que busca recuperar el verdadero sentido de la Navidad devolviendo su mirada al Niño Jesús: "La Amnesia de Papá Noel” busca difundir los orígenes de un Santo Católico: San Nicolás. 

La animación se resume en la pérdida de memoria de Papá Noel y la búsqueda de sus recuerdos a través de la historia. El corto está compuesto de 5 capítulos que serán lanzados por las redes durante el mes de diciembre. Tienes la oportunidad no sólo de aprovechar personalmente el mensaje de la producción sino de difundirlo a manera de apostolado. ¡Qué mejor oportunidad que ésta!

ESTE ES EL PRIMER CAPÍTULO:
https://www.youtube.com/watch?v=-YVxX4HYLn8&feature=youtu.be

Gracias desde ya porque doy por sentado el entusiasmo con el que recibirás el corto y lo transmitirás a familiares, amigos y conocidos. 

Que Dios te bendiga y seguiremos semana a semana compartiendo contenidos que nos ayuden a vivir mejor este tiempo tan especial.

Hermana Antonella Sangio, PES