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sábado, 24 de diciembre de 2016

UNA ORACIÓN PERSONAL ANTES DE NOCHEBUENA







UNA ORACIÓN ANTES DE NOCHEBUENA

Ya a poca horas de la Navidad nos estaremos preguntando qué más hacer para disponernos mejor o cómo recuperar el tiempo perdido si es que el Adviento no fue aprovechado lo suficiente.

Siempre podemos amar un poquito más o un poquito mejor, y en este caso, una buena oración o más interiorización serán de gran ayuda para adentrarnos en el Misterio.

Lo que te aconsejo es lo que a mí me ayuda. Mirar lo que dice el Evangelio sobre la Solemnidad a celebrar e intentar identificarnos con los personajes principales.

Pero no a manera de estudio o repaso de acontecimientos pasados, sino insertándose en la historia que se hace presente e intensificando el diálogo con Nuestro Señor y con los protagonistas de estos acontecimientos. Hagamos hoy una oración silenciosa y sencilla, de todo corazón; frente al Belén será mejor. Tómate el tiempo necesario.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén.


Señor mío, ahora que  ya estoy "ad portas" de la Navidad quiero adentrarme en el Misterio para reconocerte Señor. Están ya José y  María llegando a la ciudad de Belén.. ¡Qué semana nos ha propuesto la liturgia como preparación! ¡Qué personajes!, ¡Qué vocaciones! Zacarías, el sacerdote esposo de Isabel, que recibió el mensaje del ángel de que tendría un hijo en la vejez y que éste sería grato a los ojos de Dios preparando la llegada del Mesías, representa, con por sus dudas, mis momentos de flaqueza, de autosuficiencia, de orgullosa pseuda sabiduría. Puedo ser una persona de fe, como él, pero una fe débil. Cuánto debe haberle servido el silencio que fue la penitencia que le impuso el ángel a su incredulidad. Que aprenda, Señor mío, que la mejor manera de comprender tu Mistero, tus designios y tu voluntad es con el silencio con la oración, la meditación y la interiorización. ¡Cuánto huyo a veces de ellas y busco consuelo o explicaciones humanas, cuando son más sabias, reconfortantes  y prudentes  tus palabras, tus inspiraciones y tu gracia. ¿E Isabel?, bendecida en la vejez. Es que tus tiempos no son los nuestros. Ella fue la feliz confirmación de grandes Misterios para María cuando llegó solícita a visitar a su prima. ¡Ah mi Dios! Que pueda también yo reconocer en otros tus bendiciones, y que pueda ayudarte a ser confirmación de tu voluntad y de tu amor para otros. Ayúdame a ser fiel a tus gracias actuales, oh Señor. Para ti no hay nada imposible, interiorizó María al ver a Isabel y su alegría fue grande al escuchar su saludo. Llamó bendita a la más bendita y proclamó su alegría la más humilde de todas. Santa Madre ayúdame a reconocer en tu virtud, tu fortalece y tu respuesta pronta a Dios lo que debo procurar a tiempo y destiempo en mi vida. Isabel debe haber sido consejera y ayuda para tu joven Madre, Señor, en esos tiempos de emoción y conmoción a la vez. Y fue en ella en quien la joven Madre volcó todas sus ansias de servicio y amor. ¡Cuánto habrán charlado!, qué palabras sencillas pero profundas en las que escrutaron las profecías y promesas de Dios que se venían cumpliendo en ellas y a través de ellas. A veces miramos a estos protagonistas de tu llegada como personas programadas para cumplir tus designios sí o sí, sin miedos ni dudas. Qué injusta Señor el restarles mérito. ¡Son seres humanos como todos nosotros! Cuántos temores, cuánto desconcierto y a la vez cuántos actos de fe y de esperanza se pueden reconocer ahora que los veo. Que pueda yo también y que sepa confiar en quien sea la persona indicada (mi guía espiritual, en una consagrada, en un sacerdote), mis vicisitudes espirituales . 



¡Ah Madre mía! ¡Alégrate! Que pueda yo alegrarme también al reconocer la Buena Nueva. Ese fue el fruto principal de la llegada de tu Hijo esta Navidad. Te alegraste tú, se alegró José, se alegraron los Magos...que nos alegremos todos los que con humildad celebremos hoy y mañana la Navidad.

¡El Señor está contigo! te escogió, te adornó con las principales virtudes, te cuidó. Pero no te ató de manos para que no elijas por tí misma. Y lo elegiste a Él, elegiste cumplir su voluntad.Supiste administrar con  sencillez las gracias que se derramaron sobre ti.
¡Concebirás! te dijo el ángel expectante junto con todo el coro  angélico. ¿Cómo? ¡No dudaste! Preguntaste con la naturalidad de quien suele cultivar una vida sobrenatural; ¿Estabas habituada al Misterio? Yo creo que sí. 
¡Porque para Dios no hay nada imposible! Cómo te marcaron aquellas palabras. Cómo me ayudan a mí también. 
Pero tal vez no lo suficiente para suplicar con más fe, para esperar con más confianza, para amar con más fuerza. ¡Cuántas cosas te deben haber sobrepasado en la vida, pero no retrocediste. Confiabas en que para Dios nada es imposible

¡Hágase en mí, también, Señor! Que se cumpla tu voluntad. Que se alegren los cielos por el sí de otros muchos que quieren seguirte. Desde ese sí inicial de tu Santa Madre que alegró a los ángeles en el cielo y que permitió al Espíritu Santo obrar el milagro de la Encarnación, son posibles los otros sí sinceros de quienes te buscamos y te seguimos, no sin miedo y con debilidad, pero con la ilusión de colaborar un poquito en tu plan redentor y en nosotros mismos. 


¡José! El bueno, el grande que supo posponerse y dejarte brillar a ti Señor, José tu protector, de quien aprendiste tanto.  ¡José!. Quien en un principio, al enterarse de lo sucedido en María no se sintió digno de ser parte de tan gran proyecto. Seguro que fue así, Señor. El evangelio proclama sin detalle que decidió repudiarla en secreto, es decir, que la dejaba sin acusarla. Sabías José que no había pecado en ese Misterio. ¿Quién puede sentirse digno de asociarse al plan del Todopoderoso? Ni Zacarías, ni Isabel, ni María misma. Esa es tu forma de actuar, Señor, ahí radica la verdadera grandeza y riqueza, en lo pequeño, en lo sencillo y transparente. Quiero ser como tú José. Que Dios pueda contar conmigo como contó contigo. Es que ni siquiera te preguntó si querías, lo daba por hecho, conocía tu noble corazón y se apoyó en ti para confiarte sus tesoros. Resolvió tu miedo, producto de tu humildad, "mientras pensabas en estas cosas", como señala Mateo en el Evangelio: "No temas tomar a María como esposa..." Tú le darías el nombre a Jesús, tú lo harías Hijo de David, a través de ti se cumplía la promesa al Rey David y al Pueblo de Israel. Cuando despertaste del sueño hiciste lo que te dijo el ángel. De inmediato, sin conversar con la voluntad de Dios, sin medir fuerzas, sin hacer balance de pros y contras. ¡Ah qué distinto a como obramos hoy en día! Ayúdeme también tú, buen y justo San José. Que Dios pueda siempre contar conmigo, aunque diste mucho  mi sencillez de  asemejarse a la tuya. 


Señor, qué increíble tu manera de obrar en aquellos a quienes asociaste a tu plan de Salvación en el inicio de tu vida en este mundo. ¡Cuántas gracias derramadas! ¡Cuánta confianza! ¡Cuánta virtud de tus siervos! Quiero serte fiel, quiero que cuentes conmigo, quiero amarte valientemente, sin titubeos, ni dudas acerca de tu amor. Que recuerde el ejemplo de estos amigos tuyos y que cuando mi fe titubee la alegría y la esperanza de la Navidad encienda mi corazón, ilumine mi mente y fortalezca mi voluntad. 


Este año con tu auxilio y la intercesión y ejemplo de Zacarías, Isabel, José y sobre todo María viviremos de manera más profunda y gozosa el Misterio de tu llegada al mundo.

Bendícenos Corazón de Jesús, no tengas en cuenta nuestras faltas y nuestras debilidad y recibe la ofrenda de nuestras vidas.

¡Feliz Navidad! Que el amor y la alabanza de todos tus fieles te de la Gloria que te mereces. Hoy en la Santa Misa te daremos el único regalo que realmente podemos darte: la comunión contigo.

Amén.

Que sea la oración la mejor preparación para la Santa Misa. 
¡Una Feliz Nochebuena y una aún más feliz Navidad!

Con el cariño de siempre
Hermana Antonella Sangio

Gracias por sus tan amables saludos de estos días. 

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