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sábado, 24 de diciembre de 2016

UNA ORACIÓN PERSONAL ANTES DE NOCHEBUENA







UNA ORACIÓN ANTES DE NOCHEBUENA

Ya a poca horas de la Navidad nos estaremos preguntando qué más hacer para disponernos mejor o cómo recuperar el tiempo perdido si es que el Adviento no fue aprovechado lo suficiente.

Siempre podemos amar un poquito más o un poquito mejor, y en este caso, una buena oración o más interiorización serán de gran ayuda para adentrarnos en el Misterio.

Lo que te aconsejo es lo que a mí me ayuda. Mirar lo que dice el Evangelio sobre la Solemnidad a celebrar e intentar identificarnos con los personajes principales.

Pero no a manera de estudio o repaso de acontecimientos pasados, sino insertándose en la historia que se hace presente e intensificando el diálogo con Nuestro Señor y con los protagonistas de estos acontecimientos. Hagamos hoy una oración silenciosa y sencilla, de todo corazón; frente al Belén será mejor. Tómate el tiempo necesario.

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén.


Señor mío, ahora que  ya estoy "ad portas" de la Navidad quiero adentrarme en el Misterio para reconocerte Señor. Están ya José y  María llegando a la ciudad de Belén.. ¡Qué semana nos ha propuesto la liturgia como preparación! ¡Qué personajes!, ¡Qué vocaciones! Zacarías, el sacerdote esposo de Isabel, que recibió el mensaje del ángel de que tendría un hijo en la vejez y que éste sería grato a los ojos de Dios preparando la llegada del Mesías, representa, con por sus dudas, mis momentos de flaqueza, de autosuficiencia, de orgullosa pseuda sabiduría. Puedo ser una persona de fe, como él, pero una fe débil. Cuánto debe haberle servido el silencio que fue la penitencia que le impuso el ángel a su incredulidad. Que aprenda, Señor mío, que la mejor manera de comprender tu Mistero, tus designios y tu voluntad es con el silencio con la oración, la meditación y la interiorización. ¡Cuánto huyo a veces de ellas y busco consuelo o explicaciones humanas, cuando son más sabias, reconfortantes  y prudentes  tus palabras, tus inspiraciones y tu gracia. ¿E Isabel?, bendecida en la vejez. Es que tus tiempos no son los nuestros. Ella fue la feliz confirmación de grandes Misterios para María cuando llegó solícita a visitar a su prima. ¡Ah mi Dios! Que pueda también yo reconocer en otros tus bendiciones, y que pueda ayudarte a ser confirmación de tu voluntad y de tu amor para otros. Ayúdame a ser fiel a tus gracias actuales, oh Señor. Para ti no hay nada imposible, interiorizó María al ver a Isabel y su alegría fue grande al escuchar su saludo. Llamó bendita a la más bendita y proclamó su alegría la más humilde de todas. Santa Madre ayúdame a reconocer en tu virtud, tu fortalece y tu respuesta pronta a Dios lo que debo procurar a tiempo y destiempo en mi vida. Isabel debe haber sido consejera y ayuda para tu joven Madre, Señor, en esos tiempos de emoción y conmoción a la vez. Y fue en ella en quien la joven Madre volcó todas sus ansias de servicio y amor. ¡Cuánto habrán charlado!, qué palabras sencillas pero profundas en las que escrutaron las profecías y promesas de Dios que se venían cumpliendo en ellas y a través de ellas. A veces miramos a estos protagonistas de tu llegada como personas programadas para cumplir tus designios sí o sí, sin miedos ni dudas. Qué injusta Señor el restarles mérito. ¡Son seres humanos como todos nosotros! Cuántos temores, cuánto desconcierto y a la vez cuántos actos de fe y de esperanza se pueden reconocer ahora que los veo. Que pueda yo también y que sepa confiar en quien sea la persona indicada (mi guía espiritual, en una consagrada, en un sacerdote), mis vicisitudes espirituales . 



¡Ah Madre mía! ¡Alégrate! Que pueda yo alegrarme también al reconocer la Buena Nueva. Ese fue el fruto principal de la llegada de tu Hijo esta Navidad. Te alegraste tú, se alegró José, se alegraron los Magos...que nos alegremos todos los que con humildad celebremos hoy y mañana la Navidad.

¡El Señor está contigo! te escogió, te adornó con las principales virtudes, te cuidó. Pero no te ató de manos para que no elijas por tí misma. Y lo elegiste a Él, elegiste cumplir su voluntad.Supiste administrar con  sencillez las gracias que se derramaron sobre ti.
¡Concebirás! te dijo el ángel expectante junto con todo el coro  angélico. ¿Cómo? ¡No dudaste! Preguntaste con la naturalidad de quien suele cultivar una vida sobrenatural; ¿Estabas habituada al Misterio? Yo creo que sí. 
¡Porque para Dios no hay nada imposible! Cómo te marcaron aquellas palabras. Cómo me ayudan a mí también. 
Pero tal vez no lo suficiente para suplicar con más fe, para esperar con más confianza, para amar con más fuerza. ¡Cuántas cosas te deben haber sobrepasado en la vida, pero no retrocediste. Confiabas en que para Dios nada es imposible

¡Hágase en mí, también, Señor! Que se cumpla tu voluntad. Que se alegren los cielos por el sí de otros muchos que quieren seguirte. Desde ese sí inicial de tu Santa Madre que alegró a los ángeles en el cielo y que permitió al Espíritu Santo obrar el milagro de la Encarnación, son posibles los otros sí sinceros de quienes te buscamos y te seguimos, no sin miedo y con debilidad, pero con la ilusión de colaborar un poquito en tu plan redentor y en nosotros mismos. 


¡José! El bueno, el grande que supo posponerse y dejarte brillar a ti Señor, José tu protector, de quien aprendiste tanto.  ¡José!. Quien en un principio, al enterarse de lo sucedido en María no se sintió digno de ser parte de tan gran proyecto. Seguro que fue así, Señor. El evangelio proclama sin detalle que decidió repudiarla en secreto, es decir, que la dejaba sin acusarla. Sabías José que no había pecado en ese Misterio. ¿Quién puede sentirse digno de asociarse al plan del Todopoderoso? Ni Zacarías, ni Isabel, ni María misma. Esa es tu forma de actuar, Señor, ahí radica la verdadera grandeza y riqueza, en lo pequeño, en lo sencillo y transparente. Quiero ser como tú José. Que Dios pueda contar conmigo como contó contigo. Es que ni siquiera te preguntó si querías, lo daba por hecho, conocía tu noble corazón y se apoyó en ti para confiarte sus tesoros. Resolvió tu miedo, producto de tu humildad, "mientras pensabas en estas cosas", como señala Mateo en el Evangelio: "No temas tomar a María como esposa..." Tú le darías el nombre a Jesús, tú lo harías Hijo de David, a través de ti se cumplía la promesa al Rey David y al Pueblo de Israel. Cuando despertaste del sueño hiciste lo que te dijo el ángel. De inmediato, sin conversar con la voluntad de Dios, sin medir fuerzas, sin hacer balance de pros y contras. ¡Ah qué distinto a como obramos hoy en día! Ayúdeme también tú, buen y justo San José. Que Dios pueda siempre contar conmigo, aunque diste mucho  mi sencillez de  asemejarse a la tuya. 


Señor, qué increíble tu manera de obrar en aquellos a quienes asociaste a tu plan de Salvación en el inicio de tu vida en este mundo. ¡Cuántas gracias derramadas! ¡Cuánta confianza! ¡Cuánta virtud de tus siervos! Quiero serte fiel, quiero que cuentes conmigo, quiero amarte valientemente, sin titubeos, ni dudas acerca de tu amor. Que recuerde el ejemplo de estos amigos tuyos y que cuando mi fe titubee la alegría y la esperanza de la Navidad encienda mi corazón, ilumine mi mente y fortalezca mi voluntad. 


Este año con tu auxilio y la intercesión y ejemplo de Zacarías, Isabel, José y sobre todo María viviremos de manera más profunda y gozosa el Misterio de tu llegada al mundo.

Bendícenos Corazón de Jesús, no tengas en cuenta nuestras faltas y nuestras debilidad y recibe la ofrenda de nuestras vidas.

¡Feliz Navidad! Que el amor y la alabanza de todos tus fieles te de la Gloria que te mereces. Hoy en la Santa Misa te daremos el único regalo que realmente podemos darte: la comunión contigo.

Amén.

Que sea la oración la mejor preparación para la Santa Misa. 
¡Una Feliz Nochebuena y una aún más feliz Navidad!

Con el cariño de siempre
Hermana Antonella Sangio

Gracias por sus tan amables saludos de estos días. 

miércoles, 14 de diciembre de 2016

¡LA AMNESIA DE PAPÁ NOEL!. Capítulo 3





CAPÍTULO 3: 

Papa Noel empieza a recordar algunas cosas de su pasado, un capítulo impactante que nos llevará casi al gran final. 

¡NO TE LO PIERDAS! 

CLICK AQUÍ: CAPITULO 3


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Hermana Antonella Sangio

COMENTARIO DEL EVANGELIO. Cuarto domingo de Adviento. 18 de diciembre




Cuarto Domingo de Adviento

Junto con la Santísima Virgen María, el tiempo de Adviento nos lleva a meditar sobre la figura de San José. Al igual que los grandes personajes de la Sagrada Escritura, su vida no fue fácil. ¡Custodio en la tierra del Hijo de Dios! Al igual que su esposa, era consciente del cumplimiento de las promesas, pero no del modo en el que se realizarían. Y, sin embargo, vive una vida de fe, de laboriosidad, de valentía y de prudencia. Enseña al pequeño Jesús a orar, a trabajar, a conocer las tradiciones del Israel antiguo. Combatió la tentación de la duda, del desaliento, pero quizás, principalmente del miedo: como explica Santo Tomás de Aquino, del miedo de no estar a la altura de la misión que se le encomienda.


Así como San José, debemos también recorrer un camino de fe, que se traduce en fidelidad a la misión que Dios nos encomienda. Pueden venir las tentaciones, pero la Palabra de Dios es fiel y no existirá prueba por encima de nuestras fuerzas. Así como Él, dispongámonos a la escucha de la voluntad del Señor y realicemos en nuestra vida el ideal de la santidad, único camino para una felicidad plena 

¡PREPÁRATE! ¡Faltan 10 días para Navidad!




¡Ven Señor Jesús!

Este tercer domingo de adviento que acabamos de celebrar, la liturgia nos acerca al Misterio para el que nos venimos preparando. Hemos recorrido ya buena parte de este tiempo especial, meditando y poniendo especial atención a estar listos para la segunda venida del Señor el día de la Parusía. Ahora empezamos a mirar con recogimiento y esperanza  esta su venida en la historia, esa venida de hace 2000 años en Belén.

¡Tened paciencia! Nos dice a nosotros también el Apóstol Santiago. Y al oírle experimentamos una renovada esperanza. Hacemos el esfuerzo por pasar de la inteligencia teórica a la práctica y encender nuestro corazón con el fuego del Corazón de Dios. ¡El Señor está cerca! Ya el profeta Isaías se adelantaba en el tiempo para explicarnos el motivo de nuestra esperanza; y nos lo dice también ahora, a las mujeres y hombres de nuestro tiempo,  a ti y a mí: “Decid a los cobardes de corazón: sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará”. 

¡El Señor viene a Salvarnos! El Niño Dios que nace en Belén viene a dar cumplimiento a cada promesa hecha por Dios a su Pueblo; viene a dar respuesta a todos los anhelos reales y profundos de nuestra alma; viene a hacer posible nuestro encuentro, nuestro abrazo eterno con el Señor de todas las cosas! ¡Cómo no experimentar en estos días que quedan, una mezcla de constancia y de paciencia, virtudes que nos preparan para la llegada de Dios que viene a nuestras vidas, que viene cada día, y que quiere que esta su venida sea redentora, sea consoladora y enriquecedora.  El Señor prepara su llegada y “espera el fruto precioso”. Tengamos también paciencia fortaleciendo nuestros corazones “porque la venida del Señor está cerca.”

¿Cómo podemos hacerlo? ¿Cómo podemos fortalecer nuestros corazones?

Ya de por sí somos frágiles y nuestros corazones “resultan todavía más inestables a causa de la cultura en la que estamos sumergidos.  La ayuda no nos falta…” (Benedicto XVI). El Señor está siempre. San Bernardo hablaba de una venida intermedia entre la primera y la última, lo vimos en la presentación del adviento; en esa venida, la intermedia, estamos siempre, con el Señor que VIENE, que ESTÁ ya con nosotros y al que debemos salir a recibir con las lámparas encendidas. En el año Jubilar de la Misericordia que acabamos de culminar el Santo Padre nos invitó a tener las puertas abiertas del corazón para recibir a Cristo que sale a nuestro encuentro. Para tenerlas abiertas es importante tenerlas limpias, aptas para que el Señor pueda entrar a tomar posesión de lo que es suyo, nuestra alma, nuestra vida.

Es tiempo de hacer una buena confesión

¿No estoy listo? O por el contrario ¿Ya me confesé hace algunos meses? ¿No me hace falta? ¿Cuándo crees que estarás listo? Basta con decidirse y prepararse con confianza y sencillez. Y a ti que crees estar siempre listo para recibirle, ¿qué mejor regalo para el Niño Dios que un Belén en tu corazón en el que hayas barrido bien las manchas que dejó el estiércol del pecado en él? Una buena confesión siempre es reconciliación, es ganar gracia, es más Luz.

Sigue los pasos para una buena confesión:
  1.     Examen de conciencia: Ponte en presencia del Señor. Lee en el evangelio algún pasaje sobre el perdón de los pecados: la mujer adúltera, el hijo pródigo, etc. Medita la Palabra de Dios en silencio y queriendo encontrar entre líneas lo que el Señor te dice y te ofrece a ti. Luego, revisa tus pecados. Repasa los mandamientos, las bienaventuranzas, los pecados capitales. Así, mirando el amor de Dios y tus actos podrás llevar cuenta de aquello que debes confesar. ¿Sabes qué ayuda? Piensa que es TÚ OPORTUNIDAD de quedar completamente limpio; piensa que te pondrás delante del Juez y todo lo que digas se te perdonará en el acto. ¡Te conviene! ¡Llévalo y dilo todo! Ayuda llevarlos escritos, por lo menos una ayuda memoria, pues luego entre los nervios y las emociones, olvidamos algo.
  2. Dolor de mis pecados: acto de contrición. Es tal vez la parte más “tuya” del sacramento, por decirlo de algún modo. Es lo que sigue a tu exámen de conciencia, a tu recuento de faltas. Por eso es tan importante estar en presencia de Dios al hacer el examen, sino puede terminar siendo algo frívolo, rutinario, “que toca”, como cuando haces una lista de pendientes. Y no es lo propio. Es un acto que nace del amor.  Y ahora que he hecho un buen examen me duelo. ¡Le he ofendido! Y no es masoquismo, no es repetir y repetir mis faltas hasta que me duela de ellas artificialmente, sin ni siquiera entender bien por qué. Me duele porque le he ofendido a Él, a la Bondad Infinita- como reza tan hermosa oración-, y me duele porque te amo Señor, por eso me pesa el haberte ofendido, por eso y porque puedo perderte para siempre en el infierno, que sí que existe, me duele ver mi pecado. Por eso prometo confesarme, por eso propongo medios para no volver a caer en lo mismo, más allá de mi debilidad. Tú decides o contrición o atrición. Ya vimos la primera; la segunda es dolor por el hecho de haberme equivocado, por el daño que hace en mí esa mala obra. Es un dolor imperfecto pero es un buen primer paso y sí hay perdón de los pecados con él. Tú decides si das el paso luego a la contrición, pues el mismo sacramento del perdón te ensancha el alma y te corre velos para que vayas reconociendo más y mejor el amor de Dios.   Acto de amor de Dios: amor y dolor: cara y cruz de la misma moneda. Dolor y alegría.
  3. Propósito de enmienda: vinculado a la contrición. Pasos para que sea práctico y sincero el dolor de corazón. Uno nunca tiene la seguridad de decir “esto no va a sucedes más”. Seguro acaba ocurriendo. Nos confesamos generalmente de  lo mismo, pero siempre es un paso adelante, siempre es más gracia y ésta es la que me “capacita y ayuda a no ofenderle más". Lo que sí se nos pide es discernir qué pasos debo dar para cambiar la correlación de fuerzas: al ser tentado hay correlación de fuerzas. Dónde colocas a “tus tropas”: como un buen estratega, dónde me sitúo, para que con un buen  JUICIO DE PRUDENCIA, no me deje vencer por la tentación. Hay que disponerse a cortar por lo sano con aquello que me hace caer. SIN DIALOGAR.
  4. Confesar los pecados al sacerdote: ¿Por qué ir ante el sacerdote? El papa lo dijo hace poco: “el sacerdote actúa in persona Christi. Representa a la Iglesia y a los hermanos que te perdonan”. Además, finalmente, más allá de todas las explicaciones teológicas e incluso psicológicas sobre lo positivo que es confesarse con “alguien”, está la simple y sencilla explicación POR EXCELENCIA: Jesús así lo quiere, “a quienes les retengáis los pecados le quedan retenidos, a quienes los perdonéis, perdonados”.
Recomendaciones cuando voy al confesionario:
-          Acércate con fe confiada. “Es el Señor el que está ahí”. “A través o a pesar de” el sacerdote que te va a atender. Es tan consolador un buen consejo, pero no depende de ello el perdón. ¿A qué me refiero? Si tienes una mala experiencia de esas que no quisiéramos que sucedan con el confesor, que no sea excusa para no volver o para no confiar en el poder del sacramento. Más bien piensa qué humilde es Dios y cómo cumple su promesa de hacerse presente más allá de la idoneidad del ministro. Y todo porque te ama y te espera para perdonarte.
-          Resolverse a decirlo “todo”. Empieza por aquello que más te preocupa o te tiene más dolorido de conciencia.
-          Recuerda que vas a “acusarte”. Es mejor que seas tú mismo a que otro te acuse ¿no? ¿Por qué lo digo? Vas a decir tus faltas no a contar las faltas de los demás. Ejemplo: “Padre me acuso de haber perdido la paciencia con mi hermano en casa porque él es muy desordenado y eso me exaspera” (¿?). En este ejemplo ¿a quién acusas?
-          Si ves que estás muy necesitado de consejo más detallado y de ser escuchado ese no es el mejor momento. Seguro hay otros como tú que esperan ser absueltos. Confiesa concretamente tus faltas y luego pídele una cita al padre para conversar en otro momento.
-          Alguna vez me han pedido modelos de confesión (ja,ja,ja). Cada uno debe decir lo que lleva en el corazón, pero sí ayuda el tener como pauta el confesar la “materia” del acto malo y si es determinante el número de veces. Por ejemplo: “Padre he mentido –aquí es importante especificar el tipo de mentira; no es lo mismo mentir a una amiga en el cole que mentir a mi madre-, y he caído en ello más de cuatro veces, o varias veces. No es necesario contar la “forma” del pecado. En este caso: “he mentido a mamá cuando ella me preguntó si había hecho los deberes y yo le dije que sí y realmente……”,  donde lo que está en cursiva es innecesario explicar.


l   5. Cumplir la penitencia impuesta: ya sabes, es la indicación a seguir que el padre te da al absolver, en nombre de Jesús, tus pecados. Rezar, enmendarse haciendo tal o cual acción, ofrecer esto o esto otro, etc. La penitencia te ayuda a fortalecer tu voluntad, a suplicar gracia y al propósito de enmienda. Algo conversaremos de este punto más adelante. Me he extendido mucho, pero los puntos anteriores lo justifican.

Sigue en esta ruta segura hacia el encuentro con Dios. Agenda hoy mismo el día en el que te irás a confesar y míralo como un bello y humilde acto de Dios que te pide preparar el Belén de tu corazón en el que quiere venir a nacer lo más pronto. No dejes que el adviento siga avanzando y el Misterio de la venida del Señor no cobre importancia en ti y en los tuyos. Tienes que poner de tu parte y luego dejarle hacer a Él. Cuántos sacrificios hacemos por otros temas completamente secundarios en estas fiestas: las colas interminables para comprar regalos, las mil reuniones de festejo, las dietas para luego disfrutar del banquete de nochebuena, etc., etc. No olvidemos lo principal, no olvidemos el principio y el fin de estas celebraciones.



El Señor ya llega, ya viene: ¡ven Señor Jesús!

Siempre juntos en el Corazón de Jesús,

Hermana Antonella Sangio, PES


domingo, 4 de diciembre de 2016

COMENTARIO DEL EVANGELIO Segundo Domingo de Adviento. 4 de diciembre



SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

Queridos hermanos:

Hoy la liturgia de la Palabra nos enseña cómo es el Reino de Dios que esperamos y cómo lo debemos recibir usando imágenes muy bellas: “La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará en la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente. No harán daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país de ciencia del Señor, como las aguas colman el mar” (Isaías 11, 7-8). Esta ciencia del Señor es el juicio de Dios según el Espíritu Santo. Es un juicio que trae paz; pues donde florece la justicia, abunda la paz eternamente (cf. Salmo 71, 7). Cuando es Cristo el que juzga, siempre abunda la paz.

Ese el Reino de todos los bautizados por el fuego del Espíritu Santo. Sin embargo, no basta haber sido bautizados y sabernos hijos de Dios: “Y no os hagáis ilusiones, pensando: "Abrahán es nuestro padre", pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras” (Mateo 9, 3); nos dice enérgicamente San Juan Bautista. Y dirá el mismo Jesús en otro pasaje: “Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí… Pero a mí, como os digo la verdad, no me creéis”. (Juan 8, 42.45). Por eso, el Adviento es un tiempo de abundante gracia para volver a empezar, desde el pesebre, a vivir como verdaderos hijos de Dios, personas de fe.
 

Por otro lado, las palabras que hemos escuchado en el Evangelio se pronunciaron en el desierto. Probablemente, también resuenen hoy en el desierto de nuestro corazón sediento. Recordemos que la ciencia del Señor es como el agua que colma el mar y permanece en la Escritura. Propongámonos vivir como hijos de Dios, empezando por guardar Su Palabra; tal como lo hizo la Santísima Virgen María en su seno. Es la mejor manera de esperar al Niño Dios en Belén. Dice San Pablo: “Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza” (Romanos 15, 4). 

jueves, 1 de diciembre de 2016

¡LA AMNESIA DE PAPA NOEL! Capítulo 1




Queridos amigos:

Tenemos una gran sorpresa para ti y para sus amigos. Todos somos conscientes de que la sociedad, de manera cada vez más agresiva, está transformando el verdadero sentido de la Navidad. Las compras, los regalos en exceso, las reuniones desde que empieza diciembre, o antes inclusive, la moda "obligatoria" para las mismas, la comida en abundancia, etc, etc. son exigencias que han ido transformando una fiesta religiosa, familiar, de acción de gracias, en algo que incluso trae "dolores de cabeza" a muchos que se sienten presionados a cosas, a compras, a gastos que no pueden o no quieren. Junto con todo esto, tal vez lo más peligroso, es que se desvía la mirada a Jesús, el motivo y el protagonista de estas Fiestas, hacia otros que han sido inventados para lograr estos objetivos a través de la "manipulación mediática" de la que hablamos: Papá Noél, las hadas, etc. Es por ello que el equipo de comunicaciones e innovación de nuestro Santuario Arquidiocesano del Corazón de Jesús ha elaborado un corto animado que busca recuperar el verdadero sentido de la Navidad devolviendo su mirada al Niño Jesús: "La Amnesia de Papá Noel” busca difundir los orígenes de un Santo Católico: San Nicolás. 

La animación se resume en la pérdida de memoria de Papá Noel y la búsqueda de sus recuerdos a través de la historia. El corto está compuesto de 5 capítulos que serán lanzados por las redes durante el mes de diciembre. Tienes la oportunidad no sólo de aprovechar personalmente el mensaje de la producción sino de difundirlo a manera de apostolado. ¡Qué mejor oportunidad que ésta!

ESTE ES EL PRIMER CAPÍTULO:
https://www.youtube.com/watch?v=-YVxX4HYLn8&feature=youtu.be

Gracias desde ya porque doy por sentado el entusiasmo con el que recibirás el corto y lo transmitirás a familiares, amigos y conocidos. 

Que Dios te bendiga y seguiremos semana a semana compartiendo contenidos que nos ayuden a vivir mejor este tiempo tan especial.

Hermana Antonella Sangio, PES

domingo, 27 de noviembre de 2016

BUSCARÉ TU ROSTRO SEÑOR. Adviento


Hoy, domingo 27 de Noviembre  empieza un nuevo año litúrgico, el 2017, y con él nuevas esperanzas y ansias de encontrarnos con Jesús con un corazón mejor dispuesto, mejor preparado, crecido con las buenas y/o no tan buenas experiencias vividas en el año que acaba. El tiempo de adviento nos conduce a la Navidad, hacia el encuentro con Dios que viene y que será celebrado.

Dada su importancia, la Navidad está precedida por este tiempo en el que nos vamos preparando y disponiendo. ¿Cómo? La Iglesia nos marca una ruta extraordinaria, a través de la Palabra de Dios de cada domingo en la Santa Misa y a través de los Sacramentos de la Confesión y de la Comunión. Prepara tu corazón y disponte siguiendo el ejemplo de Nuestra Madre María, figura principalisima de este tiempo.

¿Adviento?

 Adviento: viene de  “adventus”: que significa venida, llegada. Era una fiesta pagana de invierno donde se pedía al dios sol, encendiendo velas, que volviera y les protegiese del frío. Los misioneros la "cristianizaron" y enseñaron que el “sol que nace de lo alto” es Jesús, que viene a salvarnos."Se quería decir substancialmente: Dios está aquí, no se ha retirado del mundo, no nos ha dejado solos" (Benedicto XVI).
Por ello las luces que vamos encendiendo cada semana en esos cuatro cirios, simbolizan la luz que va venciendo las tinieblas en las que nos ha dejado el pecado y el alejamiento de Dio, y que llega a fundirse con esa LUZ, que es Cristo que nace, que viene y  que ilumina nuestro camino.

Cuatro semanas y la oportunidad para prepararnos, arrepentirnos y esperar al Señor que "viene porque desea liberarnos del mal y de la muerte, de todo lo que impide nuestra verdadera felicidad, Dios viene a salvarnos”. (Benedicto XVI)

Durante el tiempo de Adviento experimentaremos también que la Iglesia manifiesta su cercanía haciéndonos vivir la espera gozosa de la venida del Señor, oigamos qué nos tiene que decir en la liturgia, en sus propuestas de vida, en su maternal asistencia sobre todo a través de los Sacramentos.
Búscale

Hemos dicho que es un tiempo en el que nos preparamos para la certera llegada del Señor. Pero si bien es Él el que toma la iniciativa de acercarse, de vencer toda distancia entre ambos y de tomar nuestra naturaleza para que podamos reconocerle, nos toca también a nosotros salir a su encuentro, buscarle y hallarle, y en ese encuentro de corazones, de personas, encontrar el fin para el que hemos sido creados. La vida del cristiano debería resumirse en la súplica del salmista: “tu rostros buscaré Señor, no me escondas tu rostro”. David (quien probablemente lo escribió) se adelantó muchísimo al acontecimiento de la Encarnación y Nacimiento del Hijo de Dios; le reza y le clama que quiere ver su rostro, pero Dios no tenía aún rostro. Ahora sí, vivimos en un tiempo privilegiado; por todos el Señor de los cielos ha asumido todo lo que nosotros somos como seres humanos, y es en su rostro en el que podemos reconocer todo lo que quiere decirnos, todo lo que espera de ti y de mí; también en su rostro leeremos cuánto ha deseado ese momento, cuánto ha hecho para que se concrete y cuánto tiene para darnos y para hacer en nosotros. Recordemos cómo los apóstoles lo dejaron todo con sólo una mirada, con sólo una palabra.  

¿Quieres ver su rostro?

Pues este es un tiempo favorable para dar un paso a la conversión, un paso para despertar, como señala la Palabra de Dios este primer domingo de Adviento.


No veremos su rostro si no nos damos el tiempo para prepararnos, para buscarle y para dejarnos encontrar por la Él. Recuerda que si nos falta Dios, falla la esperanza, todo pierde sentido. 
Proponte estos tres puntos. Recuerda que así como puede mostrarnos su rostro, puede también esconderlo a quien no le busca y le ama de todo corazón.


1. Procura un corazón limpio, sólo así podrás VER al Señor. ¿Cómo? Con un breve examen de conciencia y por lo menos una vez, en estas cuatro semanas, CONFESANDO tus pecados y faltas. Experimentarás la paz de los que han confiado en la Misericordia de Dios que sana y restaura.

2. Búscale y le hallarás,  en el encuentro con Cristo en la EUCARISTÍA. No hay abrazo más profundo con el Señor que el que recibimos al comulgar. No hay mayor intimidad con Dios que cuando entra en tu alma; en ese momento, tu corazón, al recibirle, se convierte en un nuevo Belén.

3. Ámale: en tantos momentos, en tantas personas, en tantas bendiciones. Para tener la luz del Señor y poder reconocerle y amarle en y a través de todo, es importante relacionarnos con Él muy frecuentemente en la ORACIÓN. Un momento al día sentado, arrodillado, disponte a estar a solas con Él que tanto te ama. Sólo en estos momentos podrás ir comprendiendo, cada vez más, las verdades eternas transmitidas en tiempos tan especiales como el que hemos inaugurado hoy y ese otro “grande” al que nos dirigimos, la Navidad. Al salir de la oración, la semilla sembrada por Dios en ti se traducirá necesariamente en BUENAS OBRAS. Éste es tiempo también de esmerarte en ello. Sobre en todo en casa. Que se note en tu relación familiar que estás en tiempo de conversión, de alegre y profunda espera, de gozoso encuentro con el Dios que te busca.


Viene, vino y vendrá.

"Vivamos intensamente el presente, donde ya nos alcanzan los dones del Señor, vivámoslo proyectados hacia el futuro, un futuro lleno de esperanza. De este modo, el Adviento cristiano es una ocasión para despertar de nuevo en nosotros el sentido verdadero de la espera, volviendo al corazón de nuestra fe, que es el Misterio de Cristo, el Mesías esperado durante muchos siglos y que nació en la pobreza de Belén" (Benedicto XVI).Se trata de un pesebre continuo, es decir, de una acción que se realiza siempre: está ocurriendo, ocurre ahora y ocurrirá también en el futuro. En todo momento Dios viene.

1. 1. Vino en el PASADO: En la historia, hace XXI años cuando nació en Belén de María su Madre, concebido por el Espíritu Santo. Es la primera Navidad, y la que celebramos como un Maravilloso Misterio que nos sobrepasa y que nos va transformando poco a poco. 

2.  2. Vino en el PRESENTE: Con su venida espiritual, la que se da hoy, viene a nuestro corazón, a nuestra vida personal. Es la presencia de Jesús en el día a día; por ello debemos estar vigilantes; caminando por los caminos del Señor siguiendo sus huellas. Está con nosotros en los Sacramentos, sobre todo en la Eucaristía, en la Iglesia, en su gracia. Con ella caminamos preparando y anhelando el futuro. : “la salvación está más cerca de nosotros… dejemos pues las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz…. Andemos con dignidad…. Revestíos del Señor Jesucristo

3.   3. Vendrá en el FUTURO: Con la venida escatológica, al final, cuando llegue la plenitud de los tiempos y Jesús vuelva glorioso a recoger nuestros frutos de bondad y a  traernos la vida eterna.  “Estad preparados… viene el hijo del Hombre.”



Meditemos y preparemos en este adviento el Misterio que nos convoca, como María: Ella hizo posible la Navidad y es modelo y cauce de las venidas. Es tipo y modelo de la Iglesia. “Durante el tiempo de adviento sentiremos que la Iglesia nos toma de la mano y, a imagen de María Santísima, manifiesta su maternidad haciéndonos experimentar la espera gozosa de la venida del Señor, que nos abraza a todos en su amor, que salva y consuela”. (Benedicto XVI).




Recomendaciones:
  • Trázate un propósito de conversión para este tiempo, como ofrecimiento al Señor para disponer el corazón a Cristo que viene pidiéndole una Navidad en la que estés más unido a Él.
  • ¿Quieres saber un poco más del adviento? adviento
  • No dejes de tener en casa y vivir en familia la liturgia de la Corona de Adviento. Y prepara tu casa, que se note que estamos ad portas de la Navidad. Contrarresta tanta publicidad mundana. corona de adviento

 Las siguientes semanas seguiremos conversando sobre temas que nos ayuden a profundizar en este tiempo tan especial y sus características. La próxima semana veremos algunas recomendaciones sobre el Sacramento de la Confesión. Que Dios te bendiga. Si quieres que toquemos algún tema puedes proponerlo con toda confianza.
      
Unidos en la oración. 
Hna Antonella Sangio. PES









domingo, 20 de noviembre de 2016

¡VIVA CRISTO REY!





En este último domingo del año litúrgico la Iglesia nos invita a celebrar al Señor Jesús como Rey del universo. Nos llama a dirigir la mirada al futuro, o mejor aún en profundidad, hacia la última meta de la historia, que será el Reino definitivo y eterno de Cristo. Meditemos qué significa aceptar a Cristo como Rey de Cielos y Tierra.

¡Viva Cristo Rey!

Tras este grito miles de miles de cristianos entregaron su vida por el “simple” hecho de ser cristianos. ¿Simple? ¡Pues no! Ante el pensamiento ateo y materialista, creer en Jesucristo siempre ha incomodado. Siempre ha ido en contra de los planes materialistas de la época y a las ideologías mundanas que han intentado e intentan someter la libertad del hombre en aras del poder dominador que se presenta tras el disfraz de “libertador”- pensemos en todas las ideologías de la muerte del siglo XX-. El Único liberador, la Única Verdad que nos hace libres, es la que trae Jesucristo, quien con su Luz nos abre los “ojos” del entendimiento para trascender y encontrar ese Reino en el que seremos verdaderamente “hombres”, es decir, libres, poderosos, sabios de verdad pues lo veremos todo tal cual es; felices, amados y amantes, limpios de corazón y con todo aquello que esto conlleva.

Jesús mismo habla de Rey, de Reino, pero no se refiere al dominio, sino a la verdad. “¿Puede existir un poder que no se obtenga con medios humanos? ¿Un poder que no responda a la lógica del dominio y la fuerza? Jesús ha venido para revelar y traer una nueva realeza, la de Dios; un Dios que es amor (cf. 1Jn 4,8-16) y que quiere establecer un reino de justicia, de amor y de paz (cf. Prefacio). Quien está abierto al amor, escucha este testimonio y lo acepta con fe, para entrar en el reino de Dios” (Benedicto XVI. Solemnidad de Cristo Rey).


Pero las coronas que le acompañan a Cristo nuestro Rey, una de soberano y otra de espinas, indican que su realeza no es como muchos la entendieron y la entienden. Su reinado no consiste en el poder de sus ejércitos para someter a los demás por la fuerza o la violencia. Se funda en un poder más grande que gana los corazones: el amor de Dios que Él mismo ha traído al mundo con su Sacrificio y la Verdad de la que ha dado testimonio. Éste es su señorío, que nadie le podrá quitar ni nadie debe olvidar. 

Acuérdate de mí, Señor
¿Y cómo acceder a este Reino? Con Cristo, por Cristo y en Cristo. Recordemos el suceso de la crucifixión. Jesús estaba muriendo, ahí, en el trono que nosotros le dimos, la Cruz y con la corona que le pusimos –y le ponemos- al pecar. En medio de la agonía, uno de los ladrones logra reconocer al Salvador en ese Hombre sufriente que no ha hecho nada para merecer este castigo como el mismo le dijo. Lo reconoce y le suplica: acuérdate de mí. Esa es la manera de acceder al Reino: 1) profesando nuestra fe en Jesús y 2) suplicándole estar con Él, para siempre. Todo lo demás o lo hace el Señor, o ya lo hizo, ahí, en ese trono –la cruz- y con esa corona – de espinas-. Hoy estarás conmigo en el Paraíso, respondió Jesús al buen ladrón: HOY. Ese es el poder del que hablamos, ese el reinado al que estamos llamados, ese el amor con el que somos amados y perdonados.

Venga  a nosotros tu Reino
Y ¿qué Reino esperamos y suplicamos? El Reino de los cielos, esa vida eterna de la que ya hemos hablado en textos anteriores. Un Reino que los hombres no entendemos del todo en esta vida porque lo que Jesús vino a enseñar no está en el exterior sino en lo más profundo de nuestro corazón, no es de este mundo, pero es en este mundo donde debemos llegar a Él. ¿Cómo? haciendo su voluntad, aquí en la tierra como en el cielo.


Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos... PERO MI REINO NO ES DE AQUÍ. Entonces Pilato te dijo: Luego... ¿tú eres rey?. Y respondiste: Tú lo dices que soy reyPara esto he nacido yo y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la Verdad, escucha mi voz. Jesús, respondiendo a esta pregunta, aclara la naturaleza de su Reino ... “Que no es poder mundano, sino amor que sirve; afirma que su Reino no se ha de confundir en absoluto con ningún Reino político: Mi reino no es de este mundo … no es de aquí” (Benedicto XVI. Solemnidad de Cristo Rey)

Se trata de una invitación y súplica que se dirige a todos y cada uno de nosotros: convertirnos continuamente al Reino de Dios; es como decirle a Jesús: Señor que seamos tuyos, vive en nosotros, reúne a la humanidad dispersa y sufriente, para que en ti todos seamos del Padre de la Misericordia y del Amor de tu Corazón.
¿A qué Rey quieres elegir? ¿Quién reinará en ti?
Esta es una oportunidad más para mirar dentro de uno mismo y reflexionar ¿a qué Rey sirvo? ¿Quién es finalmente el Señor de mi vida, de mi obrar, de mi esperanza futura?
Volvamos a oír a Jesús, su invitación. Volvamos a mirar el Camino que nos toca recorrer hacia Él, volvamos a admirar el precio que ya se pagó, que ya pagó el mismo Rey, para que yo pueda acceder a este Reino, no como siervo, sino como amigo del Rey, para reinar con Él.


Y comprendamos bien de qué se trata ese Reino aquí en la tierra. Elegir a Cristo no garantiza el éxito según los criterios del mundo, pero asegura la paz y la alegría que sólo él puede dar. Lo demuestra, en todas las épocas, la experiencia de muchos hombres y mujeres que, en nombre de Cristo, en nombre de la verdad y de la justicia, han sabido oponerse a los halagos de los poderes terrenos con sus diversas máscaras, hasta sellar su fidelidad con el martirio” (Ibid).
Elegir a Cristo Rey implica vivir como Él vivió. Y para ello no estamos solos, está el mismo, siempre, todos los días, hasta que llegue su Reino. Está esperándote en la oración, está en la vida de gracia que inauguró para ti con los sacramentos (confesión, comunión), está en la Iglesia, que aunque humana, también y sobre todo de Cristo y en Ella actúa sobrenaturalmente. Búscale y con Él podrás todo. Elige a Cristo.
Y con el poder de Dios podrás decir con tu vida: ¡Viva Cristo Rey!.

JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO. Evangelio domingo 20 Noviembre

JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO



Queridos hermanos:

Hoy, solemnidad de Cristo, Rey del universo se corona el año litúrgico y la Palabra de Dios nos invita a contemplar la escena de la crucifixión: ¿por qué?

En la cruz, se realiza la máxima revelación posible de Dios en este mundo. “Y yo cuando sea levando de la tierra, atraeré a todos hacia mí” (Juan 12, 32). La cruz nos recuerda de qué Rey somos servidores, a qué trono ha sido elevado y cuál es el Reino al que pertenecemos.

Quién es nuestro Rey: es el Dios hecho hombre que muestra su realeza bajo el velo de la fe. Es el Rey del amor y no de lo “espectacular” ni lo cómodo. Cristo tiene poder porque “reconcilia consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz” (Colosenses 1, 20); y no porque pudo salvarse a sí mismo, bajándose de la cruz.

A qué trono ha sido elevado: la cruz. Hemos escuchado que Jesús estaba “en el mismo suplicio” que el de los ladrones. En el fondo, todos somos pequeños o grandes ladrones de la gloria de Dios. Cristo ha querido asumir nuestro suplicio para rescatarnos y “darnos ejemplo para que sigamos sus huellas” (cf. 1 Pedro 2, 21). Y así, conducirnos a su Reino de salvación.

Precisamente, ése es el tercer punto: el Reino al que pertenecemos. Consiste en estar con Cristo. “Hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lucas 23, 43) dice Jesús al “buen ladrón”. El Paraíso, el Reino, es estar con Cristo. Si aún no experimentamos esa gozosa compañía; hoy volvamos a Él, volvamos a coronarle Rey de nuestras vidas y nuestras decisiones, Rey de nuestro pequeño y gran universo.