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domingo, 20 de noviembre de 2016

¡VIVA CRISTO REY!





En este último domingo del año litúrgico la Iglesia nos invita a celebrar al Señor Jesús como Rey del universo. Nos llama a dirigir la mirada al futuro, o mejor aún en profundidad, hacia la última meta de la historia, que será el Reino definitivo y eterno de Cristo. Meditemos qué significa aceptar a Cristo como Rey de Cielos y Tierra.

¡Viva Cristo Rey!

Tras este grito miles de miles de cristianos entregaron su vida por el “simple” hecho de ser cristianos. ¿Simple? ¡Pues no! Ante el pensamiento ateo y materialista, creer en Jesucristo siempre ha incomodado. Siempre ha ido en contra de los planes materialistas de la época y a las ideologías mundanas que han intentado e intentan someter la libertad del hombre en aras del poder dominador que se presenta tras el disfraz de “libertador”- pensemos en todas las ideologías de la muerte del siglo XX-. El Único liberador, la Única Verdad que nos hace libres, es la que trae Jesucristo, quien con su Luz nos abre los “ojos” del entendimiento para trascender y encontrar ese Reino en el que seremos verdaderamente “hombres”, es decir, libres, poderosos, sabios de verdad pues lo veremos todo tal cual es; felices, amados y amantes, limpios de corazón y con todo aquello que esto conlleva.

Jesús mismo habla de Rey, de Reino, pero no se refiere al dominio, sino a la verdad. “¿Puede existir un poder que no se obtenga con medios humanos? ¿Un poder que no responda a la lógica del dominio y la fuerza? Jesús ha venido para revelar y traer una nueva realeza, la de Dios; un Dios que es amor (cf. 1Jn 4,8-16) y que quiere establecer un reino de justicia, de amor y de paz (cf. Prefacio). Quien está abierto al amor, escucha este testimonio y lo acepta con fe, para entrar en el reino de Dios” (Benedicto XVI. Solemnidad de Cristo Rey).


Pero las coronas que le acompañan a Cristo nuestro Rey, una de soberano y otra de espinas, indican que su realeza no es como muchos la entendieron y la entienden. Su reinado no consiste en el poder de sus ejércitos para someter a los demás por la fuerza o la violencia. Se funda en un poder más grande que gana los corazones: el amor de Dios que Él mismo ha traído al mundo con su Sacrificio y la Verdad de la que ha dado testimonio. Éste es su señorío, que nadie le podrá quitar ni nadie debe olvidar. 

Acuérdate de mí, Señor
¿Y cómo acceder a este Reino? Con Cristo, por Cristo y en Cristo. Recordemos el suceso de la crucifixión. Jesús estaba muriendo, ahí, en el trono que nosotros le dimos, la Cruz y con la corona que le pusimos –y le ponemos- al pecar. En medio de la agonía, uno de los ladrones logra reconocer al Salvador en ese Hombre sufriente que no ha hecho nada para merecer este castigo como el mismo le dijo. Lo reconoce y le suplica: acuérdate de mí. Esa es la manera de acceder al Reino: 1) profesando nuestra fe en Jesús y 2) suplicándole estar con Él, para siempre. Todo lo demás o lo hace el Señor, o ya lo hizo, ahí, en ese trono –la cruz- y con esa corona – de espinas-. Hoy estarás conmigo en el Paraíso, respondió Jesús al buen ladrón: HOY. Ese es el poder del que hablamos, ese el reinado al que estamos llamados, ese el amor con el que somos amados y perdonados.

Venga  a nosotros tu Reino
Y ¿qué Reino esperamos y suplicamos? El Reino de los cielos, esa vida eterna de la que ya hemos hablado en textos anteriores. Un Reino que los hombres no entendemos del todo en esta vida porque lo que Jesús vino a enseñar no está en el exterior sino en lo más profundo de nuestro corazón, no es de este mundo, pero es en este mundo donde debemos llegar a Él. ¿Cómo? haciendo su voluntad, aquí en la tierra como en el cielo.


Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos... PERO MI REINO NO ES DE AQUÍ. Entonces Pilato te dijo: Luego... ¿tú eres rey?. Y respondiste: Tú lo dices que soy reyPara esto he nacido yo y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la Verdad, escucha mi voz. Jesús, respondiendo a esta pregunta, aclara la naturaleza de su Reino ... “Que no es poder mundano, sino amor que sirve; afirma que su Reino no se ha de confundir en absoluto con ningún Reino político: Mi reino no es de este mundo … no es de aquí” (Benedicto XVI. Solemnidad de Cristo Rey)

Se trata de una invitación y súplica que se dirige a todos y cada uno de nosotros: convertirnos continuamente al Reino de Dios; es como decirle a Jesús: Señor que seamos tuyos, vive en nosotros, reúne a la humanidad dispersa y sufriente, para que en ti todos seamos del Padre de la Misericordia y del Amor de tu Corazón.
¿A qué Rey quieres elegir? ¿Quién reinará en ti?
Esta es una oportunidad más para mirar dentro de uno mismo y reflexionar ¿a qué Rey sirvo? ¿Quién es finalmente el Señor de mi vida, de mi obrar, de mi esperanza futura?
Volvamos a oír a Jesús, su invitación. Volvamos a mirar el Camino que nos toca recorrer hacia Él, volvamos a admirar el precio que ya se pagó, que ya pagó el mismo Rey, para que yo pueda acceder a este Reino, no como siervo, sino como amigo del Rey, para reinar con Él.


Y comprendamos bien de qué se trata ese Reino aquí en la tierra. Elegir a Cristo no garantiza el éxito según los criterios del mundo, pero asegura la paz y la alegría que sólo él puede dar. Lo demuestra, en todas las épocas, la experiencia de muchos hombres y mujeres que, en nombre de Cristo, en nombre de la verdad y de la justicia, han sabido oponerse a los halagos de los poderes terrenos con sus diversas máscaras, hasta sellar su fidelidad con el martirio” (Ibid).
Elegir a Cristo Rey implica vivir como Él vivió. Y para ello no estamos solos, está el mismo, siempre, todos los días, hasta que llegue su Reino. Está esperándote en la oración, está en la vida de gracia que inauguró para ti con los sacramentos (confesión, comunión), está en la Iglesia, que aunque humana, también y sobre todo de Cristo y en Ella actúa sobrenaturalmente. Búscale y con Él podrás todo. Elige a Cristo.
Y con el poder de Dios podrás decir con tu vida: ¡Viva Cristo Rey!.

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