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viernes, 11 de noviembre de 2016

SE CIERRA LA PUERTA SANTA. "El cielo está de oferta"





SE CIERRA LA PUERTA SANTA
EL CIELO ESTÁ DE "OFERTA"


El Santo Padre Francisco declaró a inicios del año pasado un año jubilar dedicado a la meditación y práctica de la Misericordia. Ordinariamente los jubileos se celebran cada 25 años en la Iglesia y extraordinariamente cuando un Papa lo designa.  No todos los jubileos tienen un tema específico pero siempre se quiere que sea una ocasión de conversión, de crecer en la fe y de renovar nuestro compromiso con el Señor Jesús y con los demás.  Para favorecer esta reconciliación con Dios, la Iglesia, durante este año, concede indulgencia plenaria a los fieles que se acercan a recibirlas, con una disposición de conversión interior. 




Este Jubileo se inició con la apertura de la Puerta Santa, en la Basílica de San Pedro, durante la solemnidad de la Inmaculada Concepción del 2015 y concluirá este 20 de noviembre de 2016, con la solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del universo. El lema y tema de este año: "Misericordiosos según el Padre", sintetiza perfectamente a qué nos llama el Señor en este año de gracia. Es a Dios a quien debemos mirar e imitar como modelo de Misericordia. Él, que nunca se queda indiferente ante el dolor, la lejanía, la herida que deja el pecado en cada hombre y mujer, quiere no sólo que meditemos la Misericordia sino que la pongamos en práctica. Es un doble movimiento: el primero, el más importante y que se propone como modelo del segundo, es el que viene de Dios. Él, que es Misericordia, se acerca y llama al hombre a la conversión, a la vida nueva y buena; se pone como Camino, como Compañero y como Alimento en y de esa nueva vida. No sólo llama sino que lo da todo para que podamos llegar a sus brazos y recibir el perdón y la curación de nuestras heridas producto del caminar por senderos difíciles de la propia vida. El segundo movimiento es el que nos toca a nosotros; el Señor Jesús nos dijo que nuestro amor a Él debe verse reflejado en nuestro amor al prójimo y es con este prójimo con quien debemos nosotros ser misericordiosos también. En el Evangelio están detalladas las obras de Misericordia a las que estamos llamados (míralas aquí: obras de misericordia) . ¡Qué bien se explica esta doble realidad en el lema del año jubilar! ¿no?: Misericordiosos como el Padre. Dar y recibir Misericordia.


Si no has tenido la oportunidad hasta hoy de revisar este tema y ponerlo en práctica aún estás a tiempo. ¿Cómo?:

1) Medita el llamado que el Señor te hace de experimentar y aceptar su Misericordia, como el hijo pródigo de la parábola que se pone en pie y vuelve a casa. ¿Te acuerdas qué pasa con él? No tuvo ni que tocar la puerta; el padre que cada día se asomaba por la ventana esperándolo ver volver, al divisar su llegada ese día, a lo lejos, salió a su encuentro y al verlo arrepentido le devolvió el lugar de antes, y como única condición dejarse amar y amarle, confiando en su perdón que lo transforma todo. Eso hace exactamente el Señor: nos sale al encuentro, nos toma en sus brazos, nos estrecha contra su Corazón y nos ofrece un cambio de vida. ¿Cómo? VUELVE A ÉL.

2) Acoge esa Misericordia en tu vida y en tu corazón: eso se llama conversión. "Convertíos y creed en el evangelio que el Reino está cerca". Responde a su llamada. Él te dice: Clamarás y te responderé: Aquí estoy". Ante benignidad tan grande con la que nos beneficiamos, ¿cómo nos queda responder?. Acércate y proponte dejar atrás el pecado que te mantiene alejado, enmiéndate con la ayuda del mismo Señor que te llama y vuelve a empezar, mil veces si es necesario, pero siempre vuelve a empezar, arrepentido de tu ofensa a Dios y a los demás, recuerdan un corazón contrito y humillado, Él no lo desprecia¿Cómo?  CONFIÉSATE.


3) Benefíciate con las indulgencias prometidas. ¿Qué significa?  Para entender qué es una indulgencia, empezaremos por explicar que cada pecado conlleva una culpa y una pena.  La culpa se perdona en la confesión, pero falta la expiación total de la pena, que sólo se alcanza en vida, mediante la penitencia y la caridad en obras que demuestran el arrepentimiento; y/o tras la muerte, en el purgatorio.
Para favorecer la total reconciliación con Dios la Iglesia ha previsto las indulgencias plenarias.  Éstas son medios para perdonar todas las penas del pecado cometido. A través de las indulgencias plenarias, la Iglesia, muestra su maternidad en una gran manifestación de misericordia y piedad. Gánalas que están ahí para ti. ¿Cómo? Míralo aquí: ganar indulgencia este año jubilar
La Iglesia, como Madre nuestra que es, no escatima en medios para acercarnos al Señor, devolvernos y aumentarnos la vida de gracia y hacernos ciudadanos del Reino de los cielos que Jesús nos ganó con su Muerte y Resurrección. Valoremos y seamos buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. 


Tienes hasta el 20 de noviembre para pasar por la Puerta Santa asignada en tu ciudad y recibir las maravillosas gracias de las que hemos conversado en este artículo. Este signo de entrar por ella simboliza el abrazo con Dios Padre que nos espera en la Puerta del Reino de los cielos. ¿Parece una locura? Sí le respondía a un amigo que me lo decía luego de habérselo explicado: "¿no es una locura creer que tan fácilmente estaríamos libre de todo y listos para gozar eternamente de la presencia del Señor?" Sí -le respondí- basta que creas en el perdón de Dios, lo desees de todo corazón y te duelas profundamente de tus faltas; sólo Dios es digno de tamaña "locura de Amor". Por eso me atreví a llamar este artículo, con mucho respeto, 
"el cielo está de oferta".


Como siempre estoy a tu disposición ante cualquier duda o comentario. Siempre en mis oraciones.

Hermana Antonella Sangio, PES.

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